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La carta que no puedo escribir

Llevo ya dos semanas con este pensamiento recurrente: “vete ya, vete ya, vete ya”. Empecé a descubrir que lo que mi mente quiere no es irse a otro lugar terrenal, lo que me pide es que me muera, ¿cuál es el sentido de seguir así? De no querer a nadie, de no confiar en nadie, de engañarlos a todos. Me siento solo y es peor cuando hay gente alrededor, la soledad penetra más, todos sonríen como si fuera esa una forma más linda de llorar, todos se preguntan cosas banales mientras meten Tusi o se pasan la botella de Popper, todos se abrazan, se besan, se cogen sin saber siquiera el nombre del otro y no como muestra de una revolución de amor sino como un acto de rebeldía en contra de ellos mismos, de su cuerpo.

Que si me corto, que si consigo veneno para ratas, que si me tomo las pastillas de mi mamá, que si me ahorco, me disparo o me tiro de un noveno piso. Todas son opciones, todas las he repasado infinidad de veces en mi cabeza, todas igual de posibles pero incompletas a la vez: si me corto de pronto me salvo y quedo como el que no pudo ni siquiera matarse; si me tomo el veneno todo mi cuerpo por dentro va a sufrir una hemorragia, morir como rata no suena digno; si me robo las pastillas de mi mamá quizá se sentiría culpable, esa mujer ya es triste per se, no quiero matar a nadie; si me ahorco me da miedo no morir en el acto sino que mi cuerpo aguante un par de minutos la sensación del ahogo; si me disparo y lo hago mal puedo quedar sin movilidad en mis piernas o una cosa de esas que se ven en las películas, además, ¿de dónde me saco el arma?; finalmente, si me tiro de un edificio, la sensación de que a mitad de camino me voy a arrepentir sin la posibilidad de regresar, me genera ansiedad, no me gusta.

Sigo repasando las ideas una y otra vez, se me ocurren otras. Despojarme de todo y echarme al abismo suena más divertido que seguir viviendo de este modo, pasa por mi mente el pensamiento de alojarme en el Calvario, de ser uno de tantos que no pudo con el peso de la vida y se rindió, ¿rendirse no es amor propio también? Entender que no es para uno y quitarse el sufrimiento.

Pienso en qué carta podría dejar que sea lo bastante significativa como para no herir a Susana, para que aprenda qué camino es el que no debe tomar; pienso en una carta que también le hable a mis padres para que vean su error, que sientan la responsabilidad de no haber estado como debían, de no haberme aceptado con mis diferencias, de no haber hecho el esfuerzo de comprenderme y de amarme como tenía que ser; pienso en una carta que haga sentir  a Olivia aliviada, en la que le pido que sea ella y se quite todos los miedos por el que dirán; pienso en una carta que le pida a Marcos que hable, que le diga que aquello que esconde solo lo aleja de gente como yo que busca cosas reales y pienso en una carta que haga que Abigail entienda que el valor verdadero está en la persona que uno forma y no en los lujos que esta tiene.

Quiero una carta que explique que el amor lo salva todo, y que infortunadamente yo, no supe encontrarlo sino en una niña de siete años, mi hermana, que ya no podía cargar con todo el peso de esta soledad.

Sigo sin saber cómo escribirla.

Sigo pensando que debo morir.

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