Amor
Niño cariño me decían cuando era pequeño. Es lo que más recuerdo de mi infancia, era muy amoroso, admiraba mucho a mi papá y mi mamá era para mí la persona más buena del mundo. Las cosas cambian porque así debe ser, ellos cambiaron y yo también.
Para mí el amor es mi hermana. Yo tenía doce años cuando nació para ser la luz de esta casa oscura. Susanita es inocencia, es dulzura y es tranquilidad. Creo que le tocó aprender en la panza mientras se gestaba, cuando escuchaba las peleas de mis papás casi en vivo y en directo. Y terminó de formarse cuando al nacer le tocó escuchar algo peor: el sonido de la indiferencia y la soledad que golpea y rebota en las paredes de este agujero que llamamos hogar.
Por ella doy la vida, o más bien, por ella la conservo. Por nadie más. Eso es el amor. Lo que siento por mi papá es miedo y orgullo, lo que siento por mi mamá es pesar y tristeza. Lo que siento por Olivia es respeto y lo que siento por Marcos es lealtad.
Nada de lo anterior se compara con la sensación de querer proteger al otro a toda costa, de desear verlo feliz siempre, del antojo de matar a quienes lo lastiman y de premiar a quienes lo alegran, de necesitar llevarlo consigo a todo lado, de encontrar en él la paz al final del día, de entregarle el alma aunque esta no resulte suficiente al lado de esa tranquilidad que genera. Nada se compara con sus abrazos, nada.
Esa emoción, aunque escasa en mi vida, es la que me tiene aquí. Susanita es quien me tiene aquí. Los terapeutas a los que me han mandado a raíz de todos mis juegos dicen que soy difícil, nadie se entera de que me falta amor.
Mi papá, no sabe qué es ese sentimiento. Ese hombre está peor que yo, no sé por qué vive, cuál es su motivación más allá del estatus. Me lo preguntaba a diario hasta que dejé de hacerlo por temor a la respuesta. ¿Nosotros estábamos mal? ¿Hubiera preferido otra familia? Sé que la luz de Susanita también le llega porque a veces lo encuentro mirándola de forma tierna, con ilusión, como si sintiera que algo dentro de él no debía de estar tan muerto, si parte de sus genes estaban en un ángel como ella. Sin embargo, hasta ahí llegaban sus espacios de contemplación. Todos sabemos que Susana es producto de sí misma y quizá del cielo, de eso último no estoy tan seguro, pues nunca hemos sido creyentes, solo fue lo que pensé cuando la cargué por primera vez en mis brazos de preadolescente.
Mi mamá por otro lado no se entera de nada, ya no sé si por las pastillas o por su falta de amor propio. Ella actúa como una persona normal, como alguien que tiene todo bajo control, pero la he observado, a ella y a su cambio. Le dejó de interesar la felicidad, o más bien desfiguró el concepto de esta, ahora consiste, según mi madre, en verse bien siempre y en lograr que su familia también luzca prolija ante la sociedad. Su apariencia entonces está bien cuidada, pero al asomarse a su interior se observa una podredumbre igual a la de mi papá, solo que esta no se alimenta de soberbia sino de tristeza y soledad. Mi papá le ha dado ya una importancia igual a cero a lo que ella hace y solo la tiene en cuenta para eventos importantes en los que ir de la mano de la esposa habla de poder. Un ser así no está capacitado para amar, ¿cómo? Si el amor no nace de la oscuridad.
Olivia, mi novia, es otro cuento. La respeto como ser humano por su disciplina y su claridad, nadie con doce años sabe ya que es lo que quiere con tanta seguridad y lo cuida como si fuera su tesoro. Además, se ha comportado bien conmigo, construir algo con ella no ha sido difícil, llevarla es tranquilo, sé que es buena mujer, que podría ser buena esposa, que podría ser buena mamá, que no va a depender de mí y que no me va a molestar. Al comienzo me cuidaba mucho no sé si por la imagen de nuestra relación o por su cariño hacia mí, pero ha sido buena. Puedo decir que la quiero, pero no la amo, no. Solo que está bien que haya gente alrededor que haga las cosas de forma correcta por uno, eso me gusta, es perfecta.
Y Marcos, él es un loco, me lleva la corriente siempre, me saca de los lugares aburridos, me escucha borracho cuando suelto alguna de mis verdades, suple mis necesidades de droga en los espacios sociales, se ríe de mis chistes, me presenta gente nueva. Nos conocemos desde siempre. Eso es para mí, el lado divertido de la historia, el que siempre ha estado ahí, no sé si apoyándome porque no conoce todo sobre mí, no sé si apoyándolo porque no conozco todo sobre él. Pero siempre hemos estado ahí. Eso es lealtad, sin embargo, si solo lo tuviera a él igual querría morirme.
No sé si aquí entra Abigail, si encaja o no, pero ella es solo sexo. Es rico, aunque a veces me da rabia porque sé que Olivia la quiere. Me da rabia con ella por ser su amiga falsa y me da rabia conmigo por permitirle herirla. Una vez en la cama, eso se me olvida.
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