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Drogas

Esto lo disfruto a medias. Desde décimo consumo. Bueno no, ya en noveno fumaba cigarrillo porque se veía bien, a la gente le gustaba mi personalidad, las viejas me buscaban y los manes o querían ser como yo o me odiaban, ambas cosas producto de la envidia que francamente me parece el sentimiento más humano, porque a diferencia del amor todos la hemos sufrido, y es, además, la emoción que prefiero, pues por ella he cambiado ya sea con el afán de parecerme a otro o de ser ese sujeto al que se quieren parecer.

Ya terminando noveno, Marcos, que había dejado de fumar quiso introducirme en otro mundo, me decía que el cigarrillo estaba pasado de moda, así que un día (el de mi cumpleaños número quince), fuimos a un mirador a probar lo que estaba en tendencia: la marihuana. Para ser honesto solo me dio sueño. El efecto llegó el otro día, pero como no imaginaba. Era un domingo nostálgico y me sentía muerto, embombado, mi cabeza no paraba de gritar, mis pensamientos iban de un hemisferio a otro, la boca me sabía a pasado de una forma que no puedo describir y mis ojos, como con vida propia, lloraron todo lo que yo nunca me atreví a llorar. Ahora los terapeutas me dicen que es por la depresión, que la marihuana la exacerba, a mí eso no me importa, la verdad. He vivido con depresión y la vida sigue, mi vida sigue, todavía me ven como el man bien, así que no hay lío.

El lunes ya en clase, le dije a Marcos que había sido la mejor experiencia de mi vida, que por favor me regalara más. Entonces me inauguré. Sin embargo, para entrar a este mundo no creo que sea necesario empezar por la marihuana, eso es un cliché que quieren vendernos los papás, yo no tengo intención de ser cliché, nunca. Es más, si la Risperidona que me daban para mi déficit de atención cuenta como droga de recreación, por ahí fue mi inicio entonces. Yo lo que me moría por probar era la cocaína, pero Marcos no la podía conseguir, no todavía.

De décimo ya no recuerdo casi nada. La weed era constante y la maluquera del otro día más. En ese momento, a los quince, tuve muchos problemas con Olivia, pero ya de eso ni hablar, porque con sinceridad, no me importaba así que solo me acuerdo de su gesto preocupado y de la fecha en que tuvimos sexo por primera vez, nada más.

Once fue un paso más allá del bien y del mal. Marcos conoció a Mariana vía Tinder, desde entonces los productos fueron evolucionando: comenzamos con marihuana, LSD, ácidos, pepas, Popper, algo de Molly, cocaína y finalmente, Tusi, el polvo rosa. 

Cuando entré a la universidad, ya sabía tanto del tema que rápidamente me di a conocer. “El del polvito rosado, que estudia derecho, que es alto, blanco, acuerpado, de pelo negro…”, así escuché que me describieron un día. Me pareció chistoso que lo primero fuera lo del polvo rosado.

Si soy sincero, que para esto son estas páginas, drogarme no es mi actividad favorita, si estoy solo, por ejemplo, no lo hago, prefiero caminar, leer o escribir. Lo sé porque una vez lo intenté, tenía casa sola, mis papás se habían ido con Susanita un fin de semana a Chile, por un evento y yo me quedé con el pretexto de que tenía mucho por estudiar, al primero que invité fue a Marcos pero él se iba de viaje con su primo a Medellín, luego a Abigail para tener algo de acción bajo los efectos del Tusi, pero también se había ido, pensé en Olivia, pero ella no consume nada; así que ni modo, lo hice solo, pudo ser el momento perfecto para morir, pero en ese entonces había esperanza, ¿en qué? No sé, pero había.

La experiencia fue fea, desde el inicio me sentí como una basura, mi consciencia me hablaba, me retaba, me decía lo que no quería aceptar, lo que no he aceptado: que mi consumo es de fiestas, de gente, que mi consumo está fundamentado en mi necesidad de tener la atención de todos. ¿Ahora se entiende por qué me quiero ir?

Yo sé que no soy el único que piensa así. Una vez tuve una infección por una herida mínima que no me cuidé y que me obligó a tomar antibióticos, justo un fin de semana de rumba en la casa de Abigail. Por ser su amiga Olivia fue y me cuidó como a un bebé, claramente al final de la noche, ella y yo éramos los únicos sobrios. Entonces me di cuenta de todo, Marcos se desfasaba y empezaba a besarse con manes y viejas, Abigail terminaba en ropa interior gritando que ella era mejor que Olivia y Mariana queriendo matar a todo el que se le acercara y le dijera que no pertenecía a allí, que se devolviera a su barrio. Eran un desastre.

De cómo se sentirían al otro día, no estoy seguro. Pero basura es poco para describir lo que, en momentos como ese, éramos.

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