Marcos
Desde los cinco años conozco a Marcos. Vive cerca, por eso nos íbamos juntos al colegio y manteníamos en la casa del otro, especialmente en la de él que siempre estaba sola.
La nuestra ha sido una amistad basada en risas, drogas y rumbas, no tanto en la complicidad. Yo sé que él tiene sus problemas, él sabe que yo tengo los míos, pero a no ser que en medio de una borrachera algo salga de su boca o de la mía, ninguno se entera del otro.
A él nunca le han hecho falta amigos, eso nos diferencia un poco. Yo siempre fui tímido, Marcos era el lado social de la amistad, hasta que por envidia aprendí, lo seguí en sus vicios, me encargué de verme mejor y lo logré, sus amigos se hicieron mis amigos también y ahora somos ambos los que llamamos la atención, no solo él. Eso me lo propuse cuando conocí a Olivia, pero para ella hay otro capítulo.
De Marcos recuerdo las llamadas chistosas que hacíamos, las escapadas entre un descanso y otro para andar por la calle sin objetivo alguno, los comentarios que hacía sobre las niñas que tanto lo buscaban, las competencias de natación en las que nos peleábamos siempre el primer puesto, las subidas al techo de las duchas de las niñas para ver solo pequeños brotes en los pechos y nalgas planas, los primeros sorbos de cerveza y luego, los primeros sorbos de Whisky, la primera calada de cigarrillo, de marihuana, luego las otras drogas y las conversaciones sobre sexo.
Era todo lo que sabía de él. Eso y que sus calificaciones no bajan de cinco, ¿cómo lo hace? No sé, es bastante inteligente supongo.
Cuando cumplió catorce, en su cumpleaños, sacó de la oficina de su papá un cigarrillo y me hizo señas de que nos viéramos en el patio trasero de su casa. Fumamos por primera vez, no decíamos nada, solo nos reíamos como un par de niños que están a punto de ser atrapados por alguna travesura.
Cuando cumplí quince, fue él quien me llevó a un mirador y de regalo me enseñó lo que la marihuana era. De ahí en adelante los vicios dejaron de ser presentes de cumpleaños o secretos de amigos, eran más bien situaciones públicas, de rumba y descontrol.
Es curioso que se trate de mi mejor amigo, pero tenga tan poco que decir. Lo único que me ha sorprendido fue aquella vez en esa fiesta en que estando yo sobrio, lo vi besar a un man, con el que habíamos salido un par de veces. Ese día recordé de golpe cuando nos bañaban juntos, todavía chiquitos y él se acercó para darme un beso, nunca lo hemos hablado porque yo no lo recordaba, seguramente él tampoco. Solo fue esa escena de la rumba la que me llevo a esa vista retrospectiva de las cosas, un flashback violento.
Escribiendo esto me doy cuenta de que no he tenido en mi historia una amistad que lo valga todo, que me haga extrañar a esa persona cuando tengo un momento valioso, porque esos son los que se vuelven legendarios una vez se comparten con amigos, me doy cuenta de que no he tenido esa complicidad casi mágica que me haga disfrutar del proceso que es vivir, que me ayude a alivianar la carga.
Marcos ha sido un compañero de rumbas y de tragos, no lo conozco. Sé que sus papás viajan mucho, pero no sé qué hacen. No lo conozco.
Es una lástima, porque lo aprecio. Me gustaría entender de dónde nació su interés por las drogas si ya lo tenía todo: atención y cariño, me gustaría saber qué tiene con Mariana, por qué a ella que la conoce de hace un par de años le cuenta todo y a mí no, ¿no he sido comprensivo? ¿He dicho algo malo? De pronto no he estado para él, de pronto es nuestra dinámica.
De pronto lo nuestro es ser un par de compañeros leales y nada más.
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